AGRADECIDA ESTIMACIÓN DEL ESTADO MATRIMONIAL
AGRADECIDA ESTIMACIÓN
DEL ESTADO MATRIMONIAL
Martín Lutero
Sermón
para el primer Domingo después de Epifanía.
Fecha:
8 de enero de 1531.
Texto: Juan 2:1-2: Al tercer día se hicieron unas bodas en Cana de Galilea; y estaba allí
la madre de Jesús. Y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus
discípulos.
Introducción:
El Temario De La Fiesta De La Epifanía.
En las
bodas de Cana, Cristo convirtió agua en vino. Ya que así lo quiere la
costumbre, hablemos pues acerca del estado matrimonial, para que la doctrina
del matrimonio no pierda su vigencia en la iglesia.
1. Alabanza
Del Matrimonio, Instituido Por Dios, Frente A Quienes Lo Desprecian.
El
estado matrimonial ha sido galardonado con la propia palabra divina.
Bajo el papado se tenía
en poca estima el estado matrimonial, y todos se volcaban sobre el celibato, en
el cual insistió la casi totalidad de los teólogos. Pero está a la luz del día
el castigo que Dios hizo caer sobre los difusores y practicantes de este error:
se extinguió en ellos no sólo el amor al matrimonio, sino en forma general la
pasión natural por la mujer. Ésta es la merecida recompensa para tanta
ingratitud. Por eso, aprendamos a honrar el estado matrimonial, y a
considerarlo como un regalo que Dios nos ha encomendado; para esto tomemos nota
en primer lugar de que Cristo no desprecia este mandato divino, sino que acepta
ser invitado junto con su madre y sus discípulos, acude de buena voluntad, y
honra estas bodas con el primero de sus milagros.
El primer honor que
distingue al matrimonio es el hecho de tener a su favor la palabra de Dios, y es
de origen divino. Los antiguos decían que el estado matrimonial es hablar por
los beneficios corporales que reporta, si es en realidad un matrimonio sincero.
Y Salomón declara: “Hay tres cosas que me gustan y que agradan a Dios y a los
hombres: la concordia entre los hermanos, la amistad entre los vecinos y la
armonía entre los esposos”. eclesiástico 21:1, cosas que agradan también a Dios
y a los hombres. Pues en verdad es algo maravilloso tener a su lado a una
persona en quien puedes confiar en cualquier circunstancia. Así es como un
marido puede confiar en su esposa: todos sus bienes, su dinero, su cuerpo y sus
hijos puede encomendárselos a ella, con la seguridad de que estarán en buenas
manos. Pero no nos detengamos en enumerar aquí este tipo de frutos que trae el
estado matrimonial; mejor es dejarlo a la habilidad de los poetas.
Mas si se habla del
matrimonio en términos cristianos y divinos, se lo distingue con los honores
máximos por cuanto el marido y la esposa se hallan inscrita en la palabra de
Dios. ¡Qué elogio más grande y sublime del matrimonio es el hecho de que tu
esposa esté adornada con la joya de la palabra divina! Ninguna reina ni
emperatriz debe lucir a tus ojos con tanto esplendor como tu esposa. Asimismo,
no debe haber para ti, oh esposa, ningún hombre que te agrade tanto como tu
marido; porque en él hallas inscrita la palabra de Dios. Dios mismo es el que
te asigna la esposa, o el marido, y le place a Dios que ésta sea tu esposa, o
que éste sea tu marido. No hay pues en el matrimonio ningún adorno que supere a
este adorno; pues si tienes la palabra de Dios que los unió, con buena
conciencia puedes vivir con tu esposa, dormir con ella y engendrar hijos.
El Perdón De Los Pecados Se Extiende También Al
Estado Matrimonial.
Es verdad: tampoco el
estado matrimonial está libre de pecados. Pero ¡indícame un solo estado que
esté libre de pecados! Si quieren juzgar las cosas desde este punto de vista,
ya nunca más podré dar un sermón, ni nadie podrá ya cumplir con su deber. Pero
¿dónde queda entonces nuestra confesión: "Creo el perdón de los
pecados"? Los que hasta ahora hablaron de este tema, fueron personas que
no saben hacer otra cosa que crear cargos de conciencia a los demás y dictar
leyes; pero ellos mismos no quieren tocar ni aun con un dedo las cargas que
imponen (Lucas 11:46). Ellos dicen: "Yo vivo en celibato; por lo tanto,
estoy sin pecado" y, sin embargo, están lleno de deseos impuros. Claro:
estos deseos, en opinión de ellos, no son pecados; pero "un esposo y una
esposa" —dicen—, "no es posible que vivan juntos sin pecar". Y
bien: si quieres adjudicar pecados a este estado, tienes que adjudicárselos
también a los demás estados, o de lo contrario, no adjudicárselos a ninguno. En
mi vida no he predicado un solo sermón con la intención de anular el artículo
del perdón de los pecados, y tampoco lo haré en lo futuro; ni tampoco escribiré
una sola letra más si no me puedo consolar con el perdón. Admitimos, pues, que
en el estado matrimonial se cometen pecados, en la educación de los hijos, en
el gobierno de la casa; la carne hace lo que es propio de la carne. A veces, un
hombre o una mujer se deja arrebatar por la ira; en este caso debemos confesar
este pecado, y obtendremos el perdón. Pero comparado con esto, el perdón y la
santificación que se obtienen en el estado matrimonial son mucho mayores y más
gloriosos siempre que yo no atente contra dicho estado. Pues el estado
matrimonial es santo en sí y tiene a su favor la palabra divina, que hace que
yo pueda vivir en él con una conciencia limpia.
Ahora bien: lo que los
papistas han enseñado en cuanto a este punto de la doctrina cristiana, están en
error como en todas sus enseñanzas. Por lo tanto, no juzgues en lo que dicen
ellos, sino fíjate en la palabra de Dios relacionada con tu esposa o con tu
esposo, para que tú a la vez puedas decir: "Esta esposa mía viste un
ropaje dorado que brilla como el sol; pues Dios mismo la ha unido
conmigo". Entonces alcanzarás la benevolencia del Señor (Proverbios
18:22), de modo que aprenderás a ver en el matrimonio no sólo lo que tiene de
carne y sangre, sino la palabra de Dios, su más bello adorno, así como esta
palabra es el más bello adorno también de todos los demás estados. Y ningún
novio, ninguna novia puede llevar un atavío que iguale en hermosura al atavío
espiritual con que está adornado cualquier esposo y cualquier esposa, gracias a
la palabra de Dios. Éste es el más alto honor que engalana al estado
matrimonial; por lo tanto, hemos de considerarlo un estado instituido por Dios
y ratificado por su palabra.
2. Cuídense
Los Esposos De Destruir Su Matrimonio Mediante Adulterio Y Fornicación.
El
adulterio es resultado del desprecio de la palabra de Dios.
¡Cuídense pues todos
del adulterio y de la fornicación! ¡No toleremos en nuestro medio tales
pecados! Al contrario: los combatiremos con la palabra de Dios; porque si
llegamos a saber que una persona es un adúltero manifiesto, no le
administraremos el sacramento, ni podrá tener parte en nuestro tesoro que es el
evangelio, ni será admitido como padrino. Si uno quiere ser un cristiano,
demuéstrelo también en su matrimonio. Exhorto por ende a las autoridades a que
no descuiden este asunto. Asimismo, exhorto a los fornicarios a fin de que se
cuiden de este vicio. Así nos enseña el evangelio. Y, no obstante, hay siempre
de nuevo casos de adulterio; están enceguecido. Dios te da una esposa propia y
te la bendice con su palabra (Génesis 1:28). ¿Por qué no la tomas como hermoso
adorno y como joya preciosa, mejor que el sol y mejor todo de la tierra que pueda
ofrecerte? ¿Por qué no lo aceptas? Aun cuando la vida matrimonial fuese una
vida dura y en realidad lo es y deberías decir: "A esta mujer la quiero
por esposa, a esta mujer a la cual Dios me la adorna con su palabra de una
manera tal que ostenta una hermosura mayor de toda la naturaleza". ¿Por
qué, pues, no aceptas semejante don en que descansa el beneplácito de Dios
todas las criaturas y ángeles?
Ningún
Adúltero Tiene De Su Lado La Palabra Y La Bendición De Dios.
En lugar de esto te
conviertes en traidor y quitas a esta mujer. Tal acción está completamente al
margen de la palabra de Dios. Y aunque aquella mujerzuela tiene ventajas en la
belleza con el sol, no obstante, es más repugnante que la pestilencia, morbo,
veneno y todo otro mal que puede haber en la tierra. Una mujer tal es, una
verdadera abominación porque todo lo que no tiene de su lado la palabra de Dios,
se llamado abominación. Y si tú incurres en adulterio o en fornicación, ello es
una señal de que no tienes fe, de que no crees que Dios es veraz también en lo
que dice respecto del matrimonio. De lo contrario pensarías de esta manera:
"Aquella mujer no me pertenece a mí sino a mi prójimo; por eso buscaré
otra que pueda ser mía". Si cometes adulterio o fornicación con una mujer,
no la puedes considerar como adornada con la palabra divina, sino que sólo la
deseas para el placer. Con la que más te gusta, con ésta te vas. Pero, Dios no
lo tolerará; porque le disgusta sobremanera y también a sus santos ángeles que
tú desprecies su hermosa joya que él te ha dado. Esta actitud tuya es tu
incredulidad.
3. Consejos
Para Solteros: Se Recomienda El Matrimonio Templanza Y Trabajo Son Buenos
Preparativos Para Matrimonio.
No queremos negarlo:
los jóvenes de ambos sexos se sienten muy fuertemente atraídos los unos hacia
los otros. Pero los tres años que tienes que esperar todavía hasta poder
casarte tendrás que vencerlos. Por eso proponte firmemente: "En estos tres
años me esforzaré por soportar un poco esa ardiente pasión que siento".
Esta pasión se hará sentir, es cierto; pero la lograrás dominar, siempre que
tomes la decisión en el tiempo señalado te casarás con la joven que te has
elegido. Que se despierte en nosotros esta inclinación, es propio de nuestra
naturaleza humana; de otra manera, si Dios no la hubiese implantado en nuestra
carne y sangre, despreciaríamos del todo lo que Dios ha dicho respecto del
matrimonio. Mas así él mismo creó en nosotros este ardiente deseo para dar a
cada ser humano su propio esposo, su propia esposa.
Pero del esfuerzo por
dominar la pasión forma parte también esto: un buen trabajo, cuanto más fuerte
mejor. esto también forma parte. Lo digo para que cada cual prepare su corazón
para el estado matrimonial y se cuide de la fornicación. Dios está dispuesto a
darnos los medios para ello. Mi exhortación es, que te: ¡apártate de la vida en
lascivias y desenfreno sexual, no sea que Dios venga antes de tiempo y te
castigue! Dios no tolera el menosprecio a la cruz, sino que cada cual tenga su propia
esposa. Y si no todo sale a pedir de boca, tened paciencia y esperad que las
cosas mejoren. Y esta esperanza no es vana; la prueba e ilustración la tenemos
en nuestro texto, donde el Señor hace un milagro y convierte el agua en vino.
A Pesar
De Todas Las Dificultades, El Matrimonio Es Un Estado Hermoso.
Es verdad que en el
estado matrimonial abundan las molestias y el trabajo. Satanás puede sembrar la
discordia entre los cónyuges. Puede ocurrir que los vecinos sean malos y la
mujer desobediente. En tales circunstancias, la vida matrimonial puede llegar a
ser un "beber agua" (Juan 2:7). Sin embargo, no todo en el estado
matrimonial son contratiempos; en general predominan el gozo y la alegría. Y
así como no hay matrimonio sin contratiempos, tampoco está libre de pecados;
pero lo mismo vale para cualquier otro estado. Pero si vamos al caso: los
pecados que se cometen por parte de los que viven en celibato, por cierto, no
son menos numerosos. Con todo esto: ¿qué es aquel pecado en comparación con la
gracia de que se disfruta en el estado matrimonial? ¡Todo un cielo lleno de
gracia se alza allí sobre vuestras cabezas! De igual manera, las alegrías que
te brinda la vida matrimonial sobrepasan en mucho las molestias que te trae.
Piensa, pues: "¿En qué consiste, al fin y al cabo, lo molesto de mi estado
matrimonial si soy un cristiano? Dios se complace en ese estado junto con todas
las criaturas y ángeles; por causa mía, la naturaleza entera está en
crecimiento alrededor mío, por cuanto soy esposo”. Por cada molestia que el
casado encuentra, encontrará mil alegrías. Por otra parte, si un esposo no ve
más que contratiempos, es porque no repara en la palabra de Dios; y en estas
condiciones no vería gozo alguno aun cuando estuviese sentado en medio del
paraíso. ¿Qué mayor alegría puede haber para tu corazón que el oír que la
palabra de Dios te llama "esposo" y "esposa", y el saber:
"Dios derrama sobre mí su gracia en este estado que él mismo adorna y
distingue con su palabra"?
Cuidémonos
De Satanás Que Se Esfuerza Por Denigrar El Matrimonio.
Sin embargo, la débil
carne y sangre humana y el astuto Satanás tratan de impedir que los cónyuges
reconozcan esta palabra de Dios. En el paraíso, el Señor mandó a Adán y Eva
comer de todo árbol del huerto (Génesis 2:16). En consecuencia, si Adán hubiese
contemplado con fe los árboles cuyo fruto le estaba permitido comer, habría
visto inscrita en ellos la palabra de Dios. Pero así no le gustó ninguno. En
cambio, el árbol que no estaba incluido en el permiso expresado por la palabra
de Dios, y que por lo tanto debiera haber sido para Adán el más aborrecible,
¡éste le pareció el más hermoso! Análogamente, tu propia esposa te parece la
más fea de todas, y en cambio, te deslumbra la belleza de la mujer de otro. Sin
embargo, es sólo a tu propia mujer a la que Dios engalanó para ti con honores y
adornos. Y más de una esposa hay que mira con desdén a su marido, y en cambio
le gusta el esposo de otra. Los frutos que Dios te prohibió, éstos te parecen
apetecibles; el árbol del cual Dios no te permitió comer, te atrae más que
cualquier otro. Esto es obra de Satanás. Habiéndolo reconocido, es preciso que
vencer tales inclinaciones acudiendo a la palabra de Dios y pensando: "Mi esposa
es de todos el que ostenta las más hermosas galas". De esta manera, el
estado matrimonial podría ser fuente de las más saludables fuerzas, con tal que
uno supiera llevarlo como corresponde. Quien desprecia estas advertencias,
cuídese muy bien para que no le dé alcance Satanás y le llene el corazón de
pasiones prohibidas. Mas lo peor de todo es que no usas lo que Dios te ofrece,
y no reconoces su don y su gracia. Te pasa como a los papistas: éstos al
principio tampoco se entregaron al pecado de la fornicación, sino que
despreciaron el matrimonio, despreciaron el estado que Dios instituyó y adornó
con su palabra. Por esto, Dios a su vez los entrega al oprobio de modo que
"se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos
vergonzosos, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su
extravío", Romanos 1 (v. 27).
© 2025 Ronal Fredi Rivas
Carrera
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